viernes, 14 de noviembre de 2014

Profesional sanitario y paciente del siglo XXI: ¿cambio de paradigma? por Silvia Copetti #evaluadiabetes




SIlvia Copetti es médica de familia de Catalunya que partició en la Jornada #evaluadiabetes que realizamos en Granada hace unos días. Su testimonio, basado en la experiencia de colaborar con el Programa de Paciente Experto, fue de gran interés en la primera mesa de debate. Aquí tenemos su testimonio:

 

Los tiempos están cambiando, vivimos en un mundo globalizado que ha modificado nuestros estilos de vida, vivimos en una sociedad donde la participación ciudadana se acerca cada vez más a los sistemas de salud, el paciente de hoy día es un paciente en general más informado y su rol va alejándose de esa pasividad que le caracterizada y empieza a participar de forma más activa en la toma de decisiones sobre su salud y/o enfermedad. 

Nosotros,  profesionales sanitarios y médicos en particular,  debemos reflexionar y debemos actuar. La cuestión que se plantea ante este despliegue de información y cambios es  si  estamos preparados ante esta situación y si estamos dispuestos a desarrollar nuestro rol en el nuevo escenario y colaborar en el llamado empoderamiento del paciente.

La educación del paciente  es fundamental para conseguirlo y  para obtener unos buenos resultados en salud y ésta se puede abordar desde diferentes vertientes. 

Cuando un profesional sanitario empieza a ejercer, y así fue en mi experiencia personal,  suele ser la modalidad educativa  a nivel  individual en la consulta la que prima pues así nos han enseñado y así los pacientes están acostumbrados. De todas formas es necesario  avanzar y alejarse de la relación paternalista  médico –paciente e ir proyectándonos hacia una relación más deliberativa que beneficiará a ambas partes. 



Otra opción  es la intervención educativa en grupo conducida por profesionales de la salud. Un paso adelante en la educación del paciente que yo misma pude experimentar. Esta modalidad enriquece al profesional  pues transmite información y al mismo tiempo la recibe a través  de la interacción de los pacientes. Los participantes también se ven favorecidos por varios factores terapéuticos intrínsecos al grupo,  a resaltar: 


  • el altruismo (dar y obtener apoyo)
  • la universalidad (reducción del sentimiento de soledad y aislamiento)
  • la catarsis (hablar sin censura, familia suplente)
  • aprendizaje interpersonal (aprender patrones de comportamiento escuchando la experiencia del otro) sin olvidar la transmisión de información (al interactuar entre ellos).

De todas formas, el salto cualitativo que marca la diferencia en el campo de la educación  es sin duda   cuando, bien sea a partir de una intervención individual o bien a partir de un grupo estándar, somos capaces de identificar a un paciente por una serie de  características propias ( conocimientos, habilidades y actitudes en relación a una enfermedad por un lado y motivación, disponibilidad y habilidades comunicativas), formarlo y entrenarlo convirtiéndolo  en un Paciente Experto capaz de conducir  un grupo de pacientes que presentan su misma enfermedad y dónde los profesionales sanitarios asumen un rol de observador.

Como observadora de algunos de estos grupos destacaría la oportunidad que nos da esta experiencia a los profesionales para realizar una autorreflexión y autocrítica personal. Nos permite darnos cuenta de que con frecuencia no acabamos de impactar e impregnar con nuestros mensajes, mientras que el Paciente Experto, mucho más  próximo a los pacientes, tanto por la vivencia de la enfermedad como por el lenguaje utilizado, consigue movilizarlos facilitando la concienciación de la patología que padecen.

La concienciación  y el empoderamiento son claves para conseguir pacientes capaces de tomar decisiones compartidas durante el proceso de enfermedad y  poder modificar hábitos y estilos de vida. 

El aprendizaje entre iguales tiene un potencial inmenso que va más allá del grupo formado por el Paciente Experto y pacientes que comparten la misma enfermedad.



Esta modalidad de aprendizaje es capaz de crear una red de interrelaciones informales  que amplifica su efecto y se extiende por la comunidad.

Llegados a este punto la pregunta que puede surgir es: ¿por cuál decantarnos?. Ante todo respondería coherencia y sentido común. Las tres modalidades educativas son complementarias y se potencian entre ellas. Todas se muestran útiles, lo importante es saber decidir para cada paciente en particular  cuál es la más adecuada y saber proponerla  en el momento oportuno.

Sin duda alguna la relación médico-paciente a nivel individual siempre estará presente y difícilmente dejará de existir, lo que sí  es necesario es que evolucione, como ya he mencionado  anteriormente, hacia una relación más  deliberativa.

Por todo ello ha llegado la hora de que los profesionales vayamos desterrando creencias limitantes y asumamos nuestro nuevo rol  desarrollando una atención centrada en la persona/paciente  y garantizando en todo momento  un buen acompañamiento.


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