En esta semana que dedicamos a la diabetes, está con nosotros, Paloma Ruiz, responsable del aula de diabetes de nuestra escuela de pacientes, que nos escribe sobre la adquisición de aprendizajes a partir de los talleres de formación entre iguales.
El paciente con diabetes demanda el
conocimiento de habilidades que tienen que ver con un cuidado global de la
salud, sosteniéndose en tres patas: alimentación, ejercicio físico y medicación.
Centrándonos en las dos primeras,
el trato con este tipo de pacientes nos acerca a la importancia en el control
de actividades que tienen que ver con la cotidianidad. El paciente diabético que está orientado a la
consecución de una mejora en su salud, debe mantener la atención puesta en ello
a diario, algo que le posibilita alcanzar cierto grado de pericia respecto a su
cuerpo y en cómo éste funciona. En este
sentido, la persona que tiene diabetes y aprende a controlarla, no sólo nos
enseña sobre la diabetes, nos enseña sobre control en los cuidados, nos
enseña sobre equilibrio, aprendizajes extrapolables no sólo a otro tipo de
pacientes, sino a la población en general, incluyéndonos a nosotros mismos.
Constancia, perseverancia,
esfuerzo, saber levantarse cuando se cae… son conceptos que hay que pisar
fuerte si se tiene diabetes y se quiere aprender a escuchar al cuerpo. Este
tipo de pacientes nos ofrece luz sobre la importancia de las rutinas en el buen
cuidado, sobre cómo un granito de arena, aportado cada día, conforman a la
larga unos cimientos sólidos y duraderos.
Si bien su homeostasis glucémica
falla, se puede alcanzar el mismo equilibrio homeostático del cuerpo prestando
atención a la conjunción de lo que comemos junto con el deporte que realizamos.
Así pues, el paciente con diabetes se presenta como un inconformista que sabe
buscar alternativas.
En ocasiones, a nivel emocional,
este tipo de pacientes, ante el mal control de su enfermedad, presenta síntomas
de depresión y/o culpa. Como formadores, realizar un trabajo de control de
estrés e inteligencia emocional puede resultar muy positivo, dado que
normalmente son estas emociones la que llevan a la baja percepción de logro.
Ayudando en la modificación de las mismas, este tipo de pacientes suele
retomar las riendas del control de sus rutinas y, por ende, de la mejora de
su estado de salud.
Se torna imprescindible, como
formador, tener en consideración el contexto social y familiar de este
tipo de pacientes, puesto que sus cuidados están íntimamente relacionados a
estos. Este hecho nos da la oportunidad de conocer más de cerca sus realidades
cotidianas y aprender sobre sus experiencias vitales más allá de consulta o
taller.
A su vez, acercarnos y trabajar
mano a mano con el profesional diabetológico es, en la mayoría de los casos,
aprender de un sanitario que, en paralelo a su paciente y tal y como este es y
requiere, es constante y perseverante. Normalmente nos encontramos con una
sólida relación entre ambos, en la que el profesional entiende que debe ser
conocedor no sólo de los índices glucémicos y del estado de salud del paciente,
sino de los múltiples contextos diarios en los que éste se mueve, en pro de
mejorar los consejos sobre el cuidado cotidiano de su salud.
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